Foto por Clint McKoy / Unsplash
En las sociedades más antiguas, la interdependencia de los seres humanos y el equilibrio cósmico ya era evidente. Divinizaron los astros dándoles nombres celestiales y trazaron rutas y vínculos mitológicos para apropiarse, por así decirlo, de la influencia de los planetas, las estrellas y las galaxias.
Estos conocimientos astronómicos y adivinatorios mostraban la íntima unión entre el macrocosmos y el microcosmos del universo.
La sed de conocimiento sobre el universo evoluciona constantemente, y la humanidad busca sus orígenes en un mundo difícil de medir y cuantificar. Lo misterioso que nos rodea se está convirtiendo en parte de nuestra vida cotidiana. Desde sus orígenes, el ser humano ha tenido una necesidad visceral de comunicarse con el cosmos. ¿No influye la Luna en el ciclo de los nacimientos?
A medida que la astrofísica amplía las fronteras de lo conocido, va descubriendo fenómenos de excepcional belleza. Sin embargo, el asombro está en el origen de la vida humana. La evolución y la historia de la humanidad demuestran su insaciable búsqueda de ir cada vez más lejos y medirse con algo más grande que ella misma.
Al principio, tuvo que superar obstáculos naturales: ríos, montañas, desiertos, continentes, océanos. La vida nómada condujo a la expansión. Más tarde, pequeños grupos humanos se convirtieron en pueblos, creando civilizaciones con características propias. La humanidad fue tomando forma, con sus divergencias y sus dificultades para mantener la transparencia en sus comunicaciones.
El miedo y la desconfianza persisten. El juego perverso del poder y la dominación dará lugar a la supremacía de una raza. Esta violencia universal del hombre contra el hombre es el fracaso del proyecto divino que veía en la prolongación de la humanidad la encarnación de la felicidad terrestre.
El descubrimiento de lo divino sólo puede entenderse desde este camino interior, que requiere una búsqueda de la armonía. Este largo proceso de crecimiento nos permite nacer y renacer a través de las experiencias conflictivas de la vida cotidiana, y llegar a la culminación de una comunión verdaderamente plena. Se trata de un reto individual y colectivo.
El encuentro con lo divino se realiza en la figura de los hermanos y hermanas humanos. Dios ha establecido en la creación el vínculo de cercanía y distancia que hace posible la comunión. El misterio de la vida se oculta y se revela a la vez en la inmensidad del cosmos y en la minúscula célula que da vida a los seres. Donde la ciencia encuentra sus límites, allí comienza el mundo de la divinidad.
Al final, la divinidad sólo se revela cuando es escrutada por la inteligencia del corazón y en el umbral del Despertar. Por eso, la parte más difícil, pero también la más maravillosa del camino, reside en el interior de uno mismo, el camino sagrado hacia lo divino.
Traducción libre de un extracto del livre Le Passeur de l’Île d’Entrée, de Fernand Patry, Ediciones Libre Expression, Quebec 2005. p. 141-143. Difundido con la autorizacion previa del autor.
ACERCA DE FERNAND PATRY
Después de haber trabajado en los campos de la educación, las comunicaciones y los negocios y luego de una experiencia como voluntario en África, Fernand fue ordenado sacerdote en 1986. Fue cura en la parroquia Nuestra Señora de Gracia en Montreal durante 12 años. Autor de varios libros y conferencista, es especialista en atención espiritual en los principales hospitales. Fernand se convirtió en el jefe interino de atención espiritual en el CHUM y director del Centro de Investigación y Capacitación en Atención Espiritual. En 2015, Fernand se convierte en el CEO de la Fundación Jeanne-Mance y da una nueva vocación a esta fundación: el apoyo espiritual en cuidados paliativos y al final de la vida. Un servicio de apoyo gratuito es ofrecido por profesionales de la salud capacitados a la población de Quebec.
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